lunes, 16 de febrero de 2015

Papis, ¿nos estamos volviendo locos?

Hoy me contaba mi sobrino mayor que este año ya se lleva merienda al cole. Antes, "los pequeños", no tenían permiso para hacerlo. ¿Y qué te llevas?, le he preguntado. 

Barritas de cereales, palitos de "queso" de la vaca que ríe, fuet o un puñado de cereales de chocolate. 

No me ha entusiasmado su respuesta, pero asumo que es un niño que jamás siente la necesidad de comer y, salvo que sea algo medianamente apetecible para él, no abrirá la boca para merendar. 

Pero mi sorpresa ha ido a más cuando le he preguntado qué se llevan sus amigos el recreo. "Casi todos llevan Pringles", me ha contestado. También los hay que, según me ha contado, llevan una bolsita pequeña con gominolas. Si lo de las Pringles me ha dolido, lo de las gominolas ha conseguido indignarme


¿En qué clase de padres nos estamos convirtiendo? ¿En qué pensamos cuando les damos a nuestros niños gominolas para merendar, si es que acaso pensamos en algo? ¿Lo hacemos por pereza? ¿Por no tener que hacer entrar en razón a los niños sobre lo que es saludable y lo que es inadmisible? ¿Para evitar un enfado con nuestros hijos? ¿Lo hacemos por falta de sentido común? ¿Por desinformación? ¿Por qué?

Claro que la educación alimentaria de nuestros hijos depende en primer lugar de los padres, pero creo firmemente que los colegios deberían prohibir determinados tipos de comidas (si es que a las "chuches" se las puede llamar así). Según me decían mis sobrinos, está prohibido llevar frutos secos, entiendo que por el tema de alergias. ¿Por qué no prohíben también las gominolas, los fritos o los bollos industriales? Claro, ningún padre los puede denunciar porque su hijo se haya comido un trozo del Bollicao de su compañero, pero sí lo puede hacer si un niño alérgico se toma una almendra y sufre un suceso alérgico...

¿Ningún niño lleva fruta? He preguntado. Sí, hay un niño que suele llevar fruta. Y cuando hemos terminado nuestra conversación, mi sobrino le ha pedido a su mamá que mañana le ponga manzana para el recreo. No pretendo ser una radical con la comida, pero hay muchas alternativas más saludables que un bote de Pringles para los niños: 

- Fruta (un plátano les da energía y además es fácil de comer)
- Un yogur bebible o un tetra brick pequeño de leche con cacao (apropiado para niños como mi sobrino, a los que masticar les supone un esfuerzo)
- Un sándwich de pan integral con jamón de york y una loncha de queso
- Un bocata de jamón serrano con tomate
- Unos crudités de zanahoria con salsa de queso (Si les gustan los quesitos de la vaca que ríe, ¿por qué no unos palitos de verduras con una rica crema de queso?)
- Un trozo de bizcocho casero, sin grasas trans. Podemos cocinar el bizcocho con ellos (es sencillo y a los niños les divierte), y así se lo comerán con el orgullo de enseñar a sus amigos lo que han cocinado con mamá.
- Unas empanadillas caseras, con salsa de tomate, atún, guisantes...
- Un trozo de empanada (parecido a la empanadilla, pero con menos aceite, porque está cocinada al horno)
- Unos trozos de tortilla de patata



Son muchas las alternativas. No nos quedemos en lo más cómodo, porque a la larga, no es lo mejor. Enseñemos a nuestros hijos a disfrutar de la comida saludable, a diferenciar lo bueno de lo malo, a escoger por ellos mismos lo que es más apropiado para su salud. Las gominolas les darán un subidón de azúcar, pero al rato estarán agotados y querrán más. Un plátano, sin embargo, les aportará energía duradera y nutrientes de los que las gominolas están vacías. 

Ánimo, padres, intentadlo. Reconducir este tipo de hábitos es complicado, pero no imposible. Y la salud de nuestros niños nos lo agradecerá.

miércoles, 4 de febrero de 2015

De miel y limón

Ando acatarrada, con una tos que parece que me hubiese fumado medio Philip Morris, dolor de garganta y una secreción de mucosidad incontenible. Pero como estoy embarazada, prefiero no recurrir a los fármacos. Sé que podría tomar hasta 4 gramos de paracetamol al día, pero como ex hipocondríaca que soy, prefiero no hacerlo :) 

Así que esta mañana, después de haber pasado una noche con escalofríos, tos y sin poder apenas respirar, me he preparado un remedio casero que seguro que conocéis: 

He hervido un cacito de agua con: 

- El zumo de un limón, rico en vitamina C. Aunque hay estudios recientes que echan por tierra la sabiduría popular transmitida por nuestras abuelas, que nos decían que el zumo de limón y el de naranja nos protegían de los catarros, parece que al menos se admite que esta vitamina consigue acortar la vida del resfriado y relajar sus síntomas. 

Yo este invierno desayuno casi todos los días zumo de naranja, y ya voy por mi segundo resfriado, pero tengo que investigar, porque probablemente el embarazo esté afectando a mi sistema inmunitario...

Por otro lado, la vitamina C es esencial para reparar la piel, algo que no le viene nada mal a mi tripa, que en la semana 34 de embarazo alcanza ya un volumen impensable. 

- Dos bolsitas de infusión de manzanilla. Se trata de un antiinflamatorio natural, que es lo que mi garganta necesita. 

- Una cucharada sopera de miel. Pero miel de verdad. No de esa de supermercado que lleva más azúcar refinada que miel. La mía es miel traída directamente de las colmenas. Hace un tiempo leí que se trata del único alimento que con el tiempo no se estropea, no se pudre, no le sale moho. Y por mi experiencia, guardando botes de miel de un año para otro, puedo afirmar que es verdad. 

La miel alivia los síntomas del resfriado, y al aliviar las membranas irritadas, consigue reducir la tos. Además, pese a tener un alto contenido calórico, suaviza la acidez del limón y está bien rica. 

¡A ver si mañana me encuentro un poquito mejor!