lunes, 11 de mayo de 2015

Empresas irreconciliables

A mediados de año (me bailan las fechas) la empresa para la que trabajo, con domicilio social en Gran Bretaña, anunció que quería deshacer su presencia en la península y que vendía casi el total de su negocio en España. Unos meses después encontró comprador: una empresa española, catalana, para más pistas. 

Tras meses de incertidumbre, los empleados empezamos a vislumbrar qué va a ser de nosotros. La comunicación ha sido, a nuestro juicio, ineficiente, contradictoria en ocasiones, y opaca en todo momento. Sobre todo, ha sido extraoficial, porque las novedades las hemos ido conociendo por el boca a boca, y nunca por una comunicación escrita. 


Mi nueva empresa forma parte de un grupo, pero no somos la "compañía principal". Así que mientras para la grande se ha negociado un ERE y se ha dado a los empleados la oportunidad de salir con unas condiciones medianamente aceptables, los que trabajamos en mi empresa podemos irnos a casa si no nos gusta lo que nos ofrecen, sí, pero con una mano delante y otra detrás. Y explico por qué: 

- En un principio nos dieron a entender que podríamos beneficiarnos de las condiciones del ERE aunque nuestra compañía oficialmente no entraba en este expediente de regulación de empleo. 

- Meses después, los catalanes se desdicen y ahora no hay ERE que valga. "No vas a querer irte", me aseguró el responsable de Recursos (In)Humanos cuando le pregunté sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo para abandonar la compañía. 

Pero después de conocer las nuevas condiciones, no está tan claro que no prefiriese salir por patas. Entre las razones principales, enumero las de más peso:

- Sueldo congelado durante los próximos cinco años. No se me ocurre medida más motivadora ¡Cómo se notan los másteres en gestión de personas!

- 6 días laborables menos de vacaciones al año. Casi nada. 

- Empeoramiento de la jornada laboral: ya no disfrutaremos de horario de verano ni de las tardes libres de los viernes. Además, el horario se extiende una hora más por las tardes (de 9 a 19), porque ahora en lugar de una, tendremos dos horas para comer. Menos mal, porque en 60 minutos siempre me faltaba tiempo para terminarme las lentejas con chorizo de mi tupper. 

Pero yo no me preocupo. ¿Y sabéis por qué? Porque estas pequeñas pérdidas nos las compensan con la friolera de mil euros anuales, casi equivalente a las aportaciones al plan de pensiones que también suprimen ¿Quién no estaría interesado en el canje? 

Lo mejor, las maravillosas medidas de conciliación de esta nueva empresa a la que pertenezco. Porque la falta de flexibilidad a la hora de entrar, la rigidez en los horarios de salida y las imprescindibles dos horas para comer son perfectas para una madre de tres niños pequeños que no quiere dejar de trabajar pero tampoco de ver, cuidar, criar y educar a sus hijos. Yo esperaba encontrar el equilibrio, pero me he equivocado de sector: más me valdría haberme apuntado a un circo



Y esta es la maravillosa empresa que se vanagloria de su compromiso social en los medios de comunicación. 

Por supuesto, los empleados nos encontramos con estas "lentejas" sin comerlo ni beberlo, sin capacidad de negociación alguna. Los romanos negociaban con gladiadores. Ahora se negocia con banqueros. Son otros tiempos. 


1 comentario:

  1. ¡Mucho ánimo, Aba! Menudo panorama se presenta, desde luego... pero tú piensa en lo que te espera en casa en cuanto abras la puerta y verás como los males se pasan. Lo del compromiso social es un mal chiste, igual que el de la conciliación, pero claro... mientras tanto nos toca aguantar el chaparrón, e intentar llegar a casa con algo de energía para darlo todo con los enanos.
    En mi caso, la verdad, no puedo quejarme porque llevo mucho tiempo siendo autónoma y trabajo desde mi casa, conciliando "a mi manera" (es decir, trabajando por las noches pero disfrutando de ellos por las tardes), pero sí que lo veo en mi marido, que le encantaría poder disfrutar más de sus hijos pero que la famosa conciliación le deja a medias ;)
    ¡Mucho ánimo y muchos besos!
    -María

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